5 de julio de 2024

Vivir bajo la luz del Espíritu Santo

Dios habla al hombre con símbolos, pues necesita abarcarlo en su integridad, tocando su inteligencia, sus sentimientos y su sensibilidad. La primera vez que la beata Concepción Cabrera tuvo la visión de la Cruz del Apostolado fue en el año de 1894; a partir de entonces, poco a poco, el Señor le fue revelando su significado.

Esta Cruz es un símbolo de Dios porque, a través de cada uno de sus elementos, Él nos da un mensaje de un valor incalculable, tanto, que ningún mortal puede llegar a entenderlo en su totalidad. De esos elementos, el Espíritu Santo es principio y fin, es la clave de todo. Jesús se lo decía a Conchita: “Por esto, se apareció Él, primero, a tu vista, que la Cruz; por esto, preside en la Cruz del Apostolado”

Conchita tenía, con frecuencia, la visión de la Cruz en momentos vitales de su vida y las obras, pero, especialmente, en la enfermedad, donde el Señor le reiteraba que había nacido para el sacrificio, que era su víctima y necesitaba de su porción de dolor para la salvación de muchas almas.

El Espíritu Santo ilumina todo el misterio del mensaje de la Cruz y nos auxilia para poder comprenderlo y vivirlo. La esencia de este mensaje es, ante todo, el AMOR, amor del Padre y del Hijo, amor personal de Dios.

Las circunstancias adversas, que pasamos a diario, pueden adquirir un sentido salvífico, si las vivimos bajo la luz del Espíritu Santo. En la medida que Él reine, reinará el amor de Dios en el mundo. Solo hay un camino para alcanzar este reinado: La Cruz de Jesús.

Consagremos, todos los días, nuestra vida al Espíritu Santo, para que sea nuestro “director, luz, guía y fuerza… todo el amor de nuestro corazón y que nos transforme, con María y en María, en Cristo Jesús, para gloria del Padre y salvación del mundo”.

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