Rezando el “Padrenuestro” con detenimiento y analizando cada frase del texto, me detengo en la parte donde dice:
-Hágase tu voluntad…
a lo que yo agrego:
pero ¿lo podemos negociar?
y continúo con el resto de la oración.
Recuerdo que, en una ocasión, platicando entre amigas acerca de este tema, una de ellas me dijo:
“Con Dios, no se negocia”, porque Él sabe mejor lo que te conviene.
A lo que yo respondí:
En efecto, pero, en ocasiones, he realizado algunos acuerdos y me han funcionado.
Hoy, abordo este tema, para compartir experiencias acerca de las promesas, juramentos o compromisos que hacemos con Dios, para obtener lo que deseamos o ganar algo de lo que consideramos que merecemos o nos viene bien en un momento determinado.
Averiguando al respecto, en dicha práctica y en relación con la devoción que se tiene hacia los santos, se trata de una tradición establecida en nuestro país, que obedece a una costumbre definida y depurada a lo largo de los siglos y que se conoce como “religiosidad popular”.
¿Quién no se sorprende con aquellos fieles que, el día 12 de diciembre, realizan con gran devoción su peregrinaje y de rodillas en el atrio de la Basílica para agradecer a la Virgen el favor concedido?
Pero no menos valiosos los que hacemos en nuestra vida cotidiana y que parecen por demás curiosos: dejar de beber refrescos, no comer pan y, hasta los no tan simpáticos, dejar de fumar o tenerle paciencia a la suegra, entre otros, dependiendo de la necesidad.
La reflexión apunta a que, independientemente de los usos o costumbres que tenemos para pedir Su ayuda, lo realmente importante es el ejercicio de lo que nos lleva a la esperanza y, sobre todo, a fortalecer nuestra fe.
“El ser humano, al tener fe, da un valor a sus acciones y se motiva para realizar grandes hazañas que, de otro modo, no tendría razón para realizarlas”.
Los grandes cambios de circunstancias, a veces, nos incomodan y desestabilizan, toda vez que nos llevan a tomar decisiones y a realizar promesas o acuerdos, pero…
¿Dejaremos el desenlace en manos de Dios? “Cuando lo dejamos en sus manos, a través de la oración, aún antes de que se materialicen las respuestas, la necesidad pasa a un segundo plano y todo el énfasis se pone en la capacidad de Dios para satisfacerla”.
Y, aquí, cierro y me quedo con esta gran frase del padre Ricardo, quien sugiere agregarla a la oración del Padrenuestro: “Hágase TU voluntad, aunque no se parezca a la mía”. Esa es en realidad la fe absoluta.