5 de julio de 2024

Dejen que los niños se acerquen a mí

Queridas hermanas y hermanos, hoy por la mañana, pensaba en mis nietos. El Señor me ha bendecido con dos: una niña de tres años y un niño de dos. Me encontraba leyendo el Evangelio, del día en que escribo este artículo, Mateo 19, 13-15, que nos narra que unos niños se acercaron a Jesús, para que les impusiera las manos y orase por ellos, pero los discípulos los apartaron. Entonces, Jesús les dijo “…Dejen que los niños se acerquen a mí y no se lo impidan…” y pensaba, qué importante es ir hablando a las niñas y niños, desde temprana edad, sobre nuestro buen padre Dios.

Tenemos, dentro de nosotros, esta sed de infinito que nos hace buscar a Dios, esa presencia tierna y amorosa. Desde pequeños, necesitamos comprender que hay algo más, alguien que nos ama por sobre todas las cosas, que cuida de nosotros, de nuestros padres, hermanas y hermanos, de las personas que más amamos. El corazón de las niñas y los niños es un corazón puro, inocente, que se sorprende cuando les hablas de Dios, de María, que invoca a su Ángel de la Guarda para que les cuide y acompañe. ¡Qué importante es sembrar esta semilla en nuestras pequeñas y pequeños!

Recuerdo, cuando yo era niña, cómo mis abuelas me hablaban de Dios, cómo me enseñaron a rezar, lo hacíamos juntas por las noches, antes de dormir y, posteriormente, me enseñaron también a orar, a platicar con Dios, con quien he construido una relación cercana y profundamente amorosa, gracias a las enseñanzas inculcadas y al ejemplo vivido. 

Ahora, es mi turno de poder llevar a mis nietos por el sendero más seguro y confiable, hacia el corazón de Jesús y de María, y te invito, querido lector o lectora, para que hagas lo mismo con tus niñas y niños. Necesitamos generar la esperanza de un futuro mejor, las y los pequeños quieren ir a Cristo y Cristo quiere estar con ellos. No se lo impidamos, favorezcamos ese clima de oración, pues, como agrega el Evangelio: “…de los que son como ellos, es el reino de los cielos.”

Deja un comentario