5 de julio de 2024

¿Apariencia o transparencia?

Mi yo frente a los demás. ¿Quién soy? No pretendo ser y suplir a los psicólogos, pero puedo afirmar que hay tres “yo”:

  • El que soy.
  • El que digo que soy mediante palabras y gestos.
  • El que dicen los demás quién soy; el que dice Dios.

Leamos así el Evangelio de Mc 7, 1-8. 14-15. 21-23,  para poder vivirlo con toda su fuerza de conversión, fuerza transformadora en vida nueva. La narración es muy parecida a otras intervenciones de los fariseos, que acosaban a Jesús con cualquier cosa que pudiera desmerecer de Él. Pero el yo de Jesús es lo que dice ser y, por eso, tiene la autoridad de interpretar y aplicar la palabra de los profetas.

Lavarse las manos, pureza e impureza, es el tema de discusión. Jesús predica con hechos y hace declaraciones fundamentales. “Entiéndanlo bien: no es lo que entra al hombre lo que lo mancha, sino lo que sale del corazón del hombre”. Como si dijera: eso es lo que hay que limpiar y todo comienza con una conversión.

Los fariseos y escribas son el yo de apariencia: justos, practicantes de la ley y, por eso, se sienten con autoridad de criticar las actitudes de los demás. Jesús los desenmascara, pues actúan por tradición no por convicción de amor. Honran a Dios con los labios, pero no con el corazón.

El yo verdadero es el que actúa con el corazón, con el amor uniendo palabras y acciones, bondad y perdón, justificación, no por el cumplimiento de la ley como tal, sino con el corazón nuevo lleno de amor.

El único yo nuevo es el corazón de Jesús, por eso, nos conviene ser trasparencia de su amor, de su vida, de su salvación.

En la carta de Santiago, nos pide aceptar dócilmente la palabra de Dios, que es capaz de salvarnos, aquí y ahora, de la falsedad, la apariencia, creando auténticas relaciones de fraternidad y solidaridad con los más pobres y empobrecidos.

¡Cuántas posibilidades tiene la Palabra de Dios! Conocerla es amarla y seguir sus luces con la fuerza del Espíritu. La palabra de Dios es “capaz de salvarnos” y hablo de una realidad con la persona de Jesús, cuando se dice “y la palabra se hizo carne y puso su morada entre nosotros”. Mi yo real, mi yo ideal, mi yo en proceso se realiza a la luz de la Palabra de Dios.

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