5 de julio de 2024

Ser como niños, con Juan Pablo I

Hace unos pocos días (el 28 de septiembre para ser exactos), conmemoramos el aniversario 43 de la muerte de Albino Luciani, el Papa Juan Pablo I, el primero en tener dos nombres y el que menos gobernó en la historia moderna de la Iglesia.

Desafortunadamente, no se ha explorado mucho el pensamiento de este Papa, aunque es lógico, tomando en cuenta que solo gobernó la Iglesia por treinta y tres días y que lo hizo antes de un gigante, al que todos conocemos: Juan Pablo II. Sin embargo, si escarbamos un poquito en los dichos del Papa Luciani, nos daremos cuenta de la grandeza espiritual del pontífice pero, al mismo tiempo, de su humildad.

A él, se le atribuye una frase, que a todos nos debería venir a la mente cuando nos disponemos a hacer oración: “Personalmente, cuando hablo solo con Dios y la Virgen, más que adulto, prefiero sentirme niño. La mitra, el solideo, el anillo desaparecen; mando de vacaciones al adulto y, también, al obispo, para abandonarme a la ternura espontánea que tiene un niño delante de papá y mamá”.

Y es que, con esto, Juan Pablo I nos enseña que, ante Dios, no importa si eres el rey del mundo o el olvidado de todos. Él acoge por igual a quien se siente y actúa como niño con Dios; es decir, con confianza plena en sus designios, dejándose llevar con la confianza que un hijo pequeño le tiene a su padre, así como con la alegría infantil que caracteriza al que se deja llevar por los caminos de Dios y la capacidad de sorprenderse ante sus planes.

Esto no lo inventó el último Papa italiano, sino que recoge la enseñanza Evangélica de Jesucristo de hacernos como niños y que está plasmada en Mateo 18, 3 “Les aseguro que, si ustedes no cambian o no se hacen como niños, no entrarán en el Reino de los Cielos”.

Con humildad, con sencillez, con asombro pero, sobre todo, con confianza, acerquémonos a Dios en la oración, en la vida sacramental y en la vida cotidiana. Solo así, podremos pasar por la puerta angosta que nos lleva a su Reino y gozar de todas sus gracias sin ningún impedimento. Y, de ser posible, recen para que Juan Pablo I sea prontamente beatificado y redescubierto por los católicos.

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