5 de julio de 2024

Mi nido está vacío, pero no así mi hogar

Hace más de tres décadas, inicié relaciones con quien, más tarde, formaría mi nuevo hogar, después de dejar aquel, en el que mis padres me habían criado. Ella y yo nos casamos enamorados e ilusionados y logramos mantener ese enamoramiento, con el mismo entusiasmo y cariño, a lo largo del tiempo hasta que, una mañana fría de febrero del 2016, mi compañera de vida partió a la casa del Padre y mi nido se comenzó a “desocupar”.

Desde nuestro noviazgo, habíamos diseñado y concebido la construcción del nido de amor, que se convertiría en nuestro hogar. Con el paso del tiempo, el nacimiento de nuestras tres hijas vino a fortalecer, aún mas, nuestra relación de pareja, llenándonos de alegría y bendiciones. Fueron años maravillosos, de mucho amor y regocijo, que nutrieron de paz y armonía nuestra morada, dando una gran solidez a mi hogar. Sin embargo, debo admitir que nunca me preparé para tener el nido vacío y, mucho menos, imaginar que ese vacío iniciaría con la muerte de mi pareja y amada esposa.

Siguiendo con la analogía del nido, les comparto que las “alas” de mis hijas se fueron haciendo grandes y fuertes, llegando el momento en que, cada una de ellas, pudo emprender su propio vuelo. No me fue fácil verlas “despegar”, pues tuve sentimientos encontrados: Por un lado, de orgullo, entusiasmo y satisfacción; y, por el otro, de tristeza y hasta de cierto abandono.

Fue un gran impacto en mi vida lo que sucedió aquel día. Al regresar de dejar a la menor de ellas en el aeropuerto, por un viaje de trabajo, al abrir la puerta de casa y sentí la soledad y vacío de mi nido, las lágrimas me brotaron sin control y, por un largo rato, el llanto fue mi única compañía, hasta que los bellos recuerdos me fueron devolviendo la paz, al sentirme en mi refugio.

Sí, mi nido está vacío, pero mi hogar permanece lleno de bellos recuerdos que me permiten gozar de su calidez y seguir viviendo confortablemente en él. Muchas gracias, Dios, por todo ello.

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