29 de junio de 2024

Entronizando la Cruz del Apostolado

Como ustedes saben, Jesús le regaló la Cruz del Apostolado al mundo, por medio de la beata Concepción Cabrera de Armida. Ya han leído mucho, en esta revista, sobre las gracias y dones que el Espíritu Santo derrama en las personas que conocen la Espiritualidad de la Cruz y en las que veneran esta Cruz, que es un tesoro y una mina de oro, porque Jesús nos promete, por medio de Conchita que: “Esta Cruz del Apostolado ahuyentará al demonio, esparcirá calor y vida, curará las almas y los cuerpos, hará muchos milagros”.

Es por esto que, con certeza, les aseguro que las Tres Personas de la Santísima Trinidad nos miran desde la Cruz del Apostolado con ternura y amor, nos protegen y nos invaden con sus bendiciones.

Nuestra beata también escribió: “Entendí que era voluntad del Señor que se plantara la Cruz del Apostolado en aquella casa…” (CC. 13,19:4).

Jesús tiene prisa y urgencia en que reinen la Cruz y el Espíritu Santo en las familias y en sus hogares. Los invito a que entronicen la Cruz del Apostolado en sus casas y, sobre todo, en sus corazones.

El Señor quiere que tengamos su Cruz Gloriosa, testimonio de su triunfo, para que nuestras casas sean “Hogares de la Cruz” y, así, al impulso del Espíritu Santo, se derrame, en cada familia, un amor muy especial a la Cruz.

Entronizar la Cruz, en algún lugar, no es simplemente colgar o poner un adorno a la casa, sino darle un lugar visible, digno y especial a la Cruz para que, cada vez que se mire, se recuerde y reconozca la presencia y el amor vivo de Dios Trino y de la Santísima Virgen María, en la imagen y los símbolos que la Cruz del Apostolado contiene y que nos invita a recordar lo mucho que somos amados por Él.

Que esta Cruz viva y ya entronizada en nuestras vidas sea nuestro Camino para gloria de Dios Padre.

Los invito a que sean ustedes mismos los que entronicen, en sus casas, la Cruz del Apostolado. En la liga que está debajo de este libro donde encontrarán toda la información para poder hacerlo.

“Cruz del Apostolado, ¡sálvalos!”

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