por Es Dios, en su infinita misericordia, quien da a lo largo de la historia de la Salvación el nombre a aquellas personas que tienen una misión especial.
Y así es con María, esa niña enviada al mundo de una forma única y especial, sin pecado original, llena de gracia, con la misión más elevada de dar la vida al Hijo de Dios.
María, del hebreo Miriam, significa doncella, señora, princesa y se le relaciona con la mirra, una hierba que produce incienso y perfume y se encuentra en África.
María es quien nos revela el gran misterio del amor de Dios por todo lo creado, es quien dignifica a la mujer para ser tratada con respeto y amor.
En ella se da la vida de Jesús y es ella la que invita a cada mujer a dar vida.
María tuvo que enfrentar la duda, la crítica y hasta la humillación de quienes la juzgaron por llevar en su vientre a un hijo, antes de vivir con su esposo. Ella fue valiente y sobre todo confiada en Dios a una plenitud tal, que a pesar de todo no dudo sobre que, si Dios le confiaba la misión de dar vida a Su Hijo, de esta forma, Él mismo la acompañaría y ayudaría en todo momento.
Hoy invitamos a todas las madres, que pasan por momentos difíciles, por situaciones desesperadas a no tomar decisiones que parezcan fáciles, decisiones que las llevan a una puerta falsa, dañándolas a ellas o a sus hijos, de forma irreparable.
La vida no siempre es fácil o amable, pero sí, es cierto que en la medida que tomemos decisiones con valor y fuerza bajo el amparo de nuestra Madre María Santísima, Ella y su Hijo amadísimo nunca nos dejarán o defraudarán.
Gracias madre mía, María Santísima, Madre de Dios por darnos la vida en Jesús y llevarnos a cada momento a Él, para vivir en su amor y en su corazón.
