8 de julio de 2024

La música

En la misa católica, la música no es un elemento opcional o decorativo. Por el contrario, tiene dos objetivos centrales: glorificar a Dios y fomentar la participación y la santificación de los fieles. La música de misa es música sacra y, por lo tanto, debe ser digna y de calidad. Recordemos que la misa es el cielo en La Tierra; nos unimos a los coros celestiales que alaban a Dios. La música de nuestras celebraciones debe estar a la altura de dicha alabanza.

A partir del Concilio Vaticano II, se ha reconocido la necesidad de reavivar la cultura musical en la Iglesia y de ofrecer pautas para actualizar e inculturar las expresiones musicales en la liturgia. Concretamente, la constitución Sacrosanctum Concilium y la instrucción Musicam Sacram ofrecen algunos lineamientos generales para favorecer la música más apropiada en la misa.

Primeramente, se debe recordar que la misa no es un concierto. La música juega un papel específico en cada parte de la liturgia; debe acompañar y guiar y solo cuando es apropiado. Los instrumentos musicales nunca deben sofocar las voces, especialmente la del sacerdote. Es importante cuidar que la letra se entienda, se pueda seguir fácilmente y no contradiga, de ninguna forma, la fe católica. Se debe dar preferencia a cantantes y músicos talentosos, que enaltezcan la liturgia con sus dones.

En cuanto al tipo de música, la Iglesia reconoce la posibilidad de incorporar géneros populares, expresiones locales e instrumentos modernos, siempre y cuando se adapten a la solemnidad de la liturgia. Está prohibido el uso de instrumentos más bien propios de géneros mundanos. En cualquier caso, el canto gregoriano y el órgano se distinguen como la música sacra por excelencia, fruto de la rica tradición cultural del catolicismo en occidente. Fomentemos, en nuestras misas, verdadera música sacra y de calidad, que nos permita glorificar a Dios de la mejor manera posible.

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