Los jóvenes han sido de suma importancia, en cada una de las etapas de la historia, siendo, en muchas ocasiones, líderes de cambio social, político y ambiental. La ONU estableció, el día 12 de agosto, como Día Internacional de la Juventud, dando a conocer la importancia de los jóvenes como agentes de cambio.
En estos tiempos, oímos de algunos: Greta Thunberg, una luchadora por la toma de conciencia del cambio climático, a la que se le han sumado mas de un millón de niños y adolescentes, que voltearon a ver esta situación generando un movimiento para la mejora de nuestro planeta.
Malala Yousafzai, a sus 11 años, escribió un diario sobre su vida en Pakistán. Conocida como la niña que el talibán no quería que estudiara, ha ayudado a muchas niñas para que tengan la oportunidad de ir a una escuela.
Esta época, como muchas otras, no han sido nada fácil para los jóvenes. Siempre han existido dificultades que podrían parecer que no vale la pena levantar la voz, pero estas jóvenes están y seguirán haciendo ruido por medio de la paz. A través de sus acciones, han revolucionado al mundo, siendo ejemplo para muchos más.
Si eres joven, pregúntate: ¿Qué puedo hacer? Es importante darle un sentido a tu vida; que, todos los días, al levantarte, se tenga ese motivo para decir: vale la pena desgastarse por esto.
El Papa Francisco escribió la exhortación apostólica post-sinodal Chiristus Vivit, en donde anima a remar adentro, a salir de uno mismo, a ser una revolución: “Jóvenes, no tienen precio, no se dejen comprar, no se dejen seducir, ustedes son libres; esa libertad, se las dio Jesús.
Muchos jóvenes han tomado una decisión radical en su vida: Jóvenes santos y beatos, han sido verdaderos profetas de cambio. ¿De qué son capaces los jóvenes cuando se abren al encuentro con Cristo? La iglesia se renueva con jóvenes alegres, valientes y entregados, que regalan testimonios de santidad.
Algunos jóvenes santos: Santa Filomena siempre supo a quién quería entregar su vida; santa Clara, de familia acomodada, optó por la pobreza en la vida sencilla y de oración, encontrando su felicidad; el beato Carlo Acutis, joven enamorado de Dios, encontró en Cristo su fortaleza, en la enfermedad y en la Eucaristía, “su autopista al cielo”.
Muchos jóvenes han dejado huella y, seguramente, conocemos a alguno que, con sus acciones, busca hacer pequeños cambios, que contagien e inviten a otros a ser parte de un mundo más humano.