5 de julio de 2024

La Fracción del Pan

La fracción del pan es un gesto de profundo valor, pero que, fácilmente, puede pasar desapercibido, pues el sacerdote lo realiza, mientras los fieles nos ofrecemos el saludo de paz.

Al partir la hostia consagrada, el sacerdote emula la fracción del pan, que Jesús llevó a cabo en la Última Cena. Nuestro Señor efectuó este mismo signo de comunión, cuando multiplicó los panes y pescados y, después, de su resurrección con los discípulos, de camino a Emaús.

Todos estos gestos, de partir el pan, apuntan a la muerte de Jesucristo en la cruz: la fracción de Su Cuerpo por nuestra salvación.

Ahora bien, nosotros no comulgamos el Cuerpo y la Sangre de un Jesucristo muerto, sino del Resucitado. Es, por esto, que el sacerdote deposita una partícula de la hostia consagrada dentro del cáliz: esto es signo de que el Cuerpo y la Sangre de Nuestro Señor se han vuelto a unir en su Resurrección. Asimismo, simboliza que, por la Eucaristía, nosotros también formamos un solo cuerpo.

Después de hacer una genuflexión, el sacerdote toma el cáliz y la hostia fragmentada y los eleva ante los fieles. Con ello, proclama: “Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”, las palabras con las que Juan el Bautista reconoció a Jesús (Jn 1:29). El sacerdote continúa: “Dichosos los invitados a la cena del Señor / al banquete del Cordero”.

La cena del Señor no solo es la misa, sino el banquete eterno que nos espera en el cielo.

Es muy importante reconocer que la Eucaristía no es un derecho o una recompensa por nuestros méritos. Por el contrario, somos dichosos e inmensamente afortunados de ser invitados a participar de ella. Es, en este sentido, que los fieles repetimos las palabras del centurión: “No soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme.” Con esta humildad y con la alegría de sabernos amados por Nuestro Señor, nos acercamos a comulgar.

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