8 de julio de 2024

DEJAR QUE EL LODO SE SEQUE

Curioso el título de este artículo, ¿cierto? Mis lectores se estarán preguntando: ¿qué tiene que ver el lodo con “Respuestas de amor a Dios”? Déjame que te lo platique. La realidad es que este título, verás, tiene que ver, y mucho, con nuestra sección.

Algo que es común en la vida humana es recibir ofensas. De cualquier tipo: grandes, pequeñas, profundas, leves, algunas no tan importantes y, algunas otras, nos han causado heridas graves. De hecho, por otro lado, también nosotros hemos ofendido a nuestro prójimo…claro, la mayoría de las veces, sin pretenderlo.

Imaginemos que esas ofensas recibidas no son otra cosa que salpicaduras de lodo. Me dirás: “Bueno, pero es que hay de salpicaduras a salpicaduras”. Sí, efectivamente, son salpicaduras de lodo de diferentes tamaños y de diferente grosor, pero imaginemos que son una plasta, al fin y al cabo. Barro que ha caído sobre tus vestiduras y las ha manchado: “¡Uf, qué molestia!”.

Ahora, supongamos que, en lugar de pretender limpiar esas manchas de manera inmediata, permites que se sequen al sol. Ciertamente, esas manchas se secarán, y será mucho más fácil limpiarlas. Y, quizá, será más fácil dimensionarlas, verlas en perspectiva y, probablemente, pensar que, tal vez, acaso, no era para tanto el lío que armamos al recibir esas salpicaduras.

Si bien, la defensa de la propia dignidad es fundamental en el trato con nosotros mismos y con los demás, también es fundamental “ser misericordiosos, como nuestro Padre es misericordioso” (Lc. 6,36). Hagamos una analogía: el barro que ha manchado tus vestiduras es la ofensa recibida; el sol, que seca el barro, es tener paciencia para responder y, sobre todo, la mirada que Jesús nos llama a tener sobre los hechos; finalmente, poder sacudir la mancha, ya seca, es adquirir la capacidad de perdonar y, en su caso, de tener una comunicación con la cabeza fría con aquel que te ha ofendido.

Perdonar y saber pedir perdón hace más grande nuestro corazón. Hagamos un ejercicio: en lugar de andar ventaneando las ofensas recibidas, dejémoslas secar delante de la mirada de Dios mismo; pongámoslas delante del único que, en verdad, conoce nuestros corazones y nuestras intenciones. Así, podremos dimensionar la ofensa y nuestra propia persona delante de Aquel que es la Luz, la Verdad y la Vida y que nos llama a ser hermanos. Y, eso sí, esforzarnos por tratarnos como hermanos, es dar una respuesta de amor a Dios.

Comparto un vídeo, con algunas ideas que pueden ser de utilidad para conseguir perdonar a quienes nos han herido:

Deja un comentario