5 de julio de 2024

«Cómo percibes la paz»

El Papa Francisco nos explica que el Señor, antes de irse, saluda a los suyos y da el don de la paz (cf. Jn 14,27-31), la paz del Señor: «Os dejo la paz, mi paz os doy; no os la doy como la da el mundo» (v. 27). No se trata de la paz universal, esa paz sin guerras, que todos nosotros deseamos que haya siempre, sino la paz del corazón, la paz del alma, la paz que cada uno de nosotros tiene dentro. 

El mundo te da la “paz interior”, ese vivir con el “corazón en paz”, como algo que es tuyo y te aísla de los demás; sin darte cuenta, te encierras en ella y te hace estar tranquilo, feliz, adormecido. Esta paz es un poco egoísta: la paz para mí, encerrada en mí. Así es como el mundo da la paz (cf. v. 27). Y es una paz cara porque, cuando algo te entusiasma, cuando una cosa te da paz, luego se acaba y tienes que encontrar otra… Es cara, porque es provisional y estéril, manifestó.

Francisco expresa que, en cambio, la paz que Jesús da te pone en movimiento, no te aísla, te hace ir hacia los demás, crea comunidad, comunicación. La paz del mundo es cara, la de Jesús es gratuita, un don del Señor. Es fecunda, siempre te hace avanzar.

Un ejemplo del Evangelio es la de aquel señor que tenía los graneros llenos y la cosecha del año se presentaba abundante, así que pensó: “Tendré que construir otros almacenes, otros graneros, para guardar todo esto y, luego, estaré tranquilo… “Necio, le dice Dios, esta noche morirás” (cf. Lc 12,13-21). Esta es una paz que no te abre la puerta al más allá. En cambio, la paz del Señor está abierta adonde Él ha ido, al cielo. Es una paz fecunda, que se abre y conduce a otros contigo al paraíso, comentó.

¿Cuál es mi paz, cómo, dónde la encuentro? ¿En las cosas, en el bienestar, en los viajes, en las posesiones, o la encuentro como un don del Señor? ¿Me enfado cuando me falta algo? Esta no es la paz del Señor. ¿Estoy en paz y quiero comunicarla a los demás? En los momentos malos y difíciles, ¿permanece en mí? ¡Esa es la paz del Señor! Es del Señor, está llena de esperanza; es decir, mira al cielo.

La paz, que Jesús nos da, es una paz para siempre. Es comenzar a vivir el Cielo, es una paz definitiva, fecunda, también, y contagiosa. Al finalizar, nos invita a orar, para que el Señor nos dé esta paz, llena de esperanza, que nos hace fecundos, nos hace comunicativos con los demás, que crea comunidad y que, siempre, mira a la paz definitiva del paraíso.

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