por El Inmaculado Corazón de María, es el corazón de una joven mujer llena de Dios, sin pecado original. Al recibir al Arcángel Gabriel y escuchar sus palabras se entregó absolutamente a Dios, aceptando ser la madre biológica de su Hijo, llenando su corazón de sangre, vida y amor; y con ese amor absoluto lo educó, cuidó y guió en unión con José, su esposo.
También es el corazón que recibió momentos de gozo cuando los pastores y los magos fueron a adorar a Jesús; o el corazón que al presentar al niño en el templo se que quedó en silencio escuchando lo que Simeón le dijo: Una espada traspasara tu corazón.
Estando Jesús en la cruz, nos entregó a María como nuestra madre que con su inmenso amor nos protege y guía como lo hizo con su propio hijo.
El corazón de María, es un corazón absolutamente generoso, lleno del Espíritu Santo. Ella con su humildad y absoluta entrega, nos enseña a guardar todo en nuestro corazón, entregándolo a Dios. Nos invita a asistir, cada sábados primero de mes, a misa y a recibir la Eucaristía en reparación de las faltas y ultrajes cometidos a su Inmaculado Corazón.
En este corazón residen sus grandes virtudes, sus pensamientos, donde se guardan los más profundos sentimientos de este amor de Madre, al que hoy le damos gracias, por estar siempre a nuestro lado con su dulzura, ternura y comprensión, enseñándonos a alcanzar los frutos de Dios, guiándonos con todo su amor como Madre de la iglesia a partir de Pentecostés.
“María madre de gracia, madre de misericordia en la vida y en la muerte ampárame gran señora”.
