5 de julio de 2024

El Padre Nuestro

El Padre Nuestro es la oración que Jesús enseñó a sus apóstoles cuando estos le pidieron que les enseñara a orar. Es la oración más perfecta, pues nos centra en los aspectos más importantes de la vida espiritual. Las peticiones de esta oración no cambian la voluntad de Dios; más bien, nos transforman a nosotros, nos ubican en relación más cercana y correcta con Él.

No tenemos el espacio aquí para explicar cada una de las frases que componen el Padre Nuestro. Más bien, nos enfocaremos en el papel que juega dentro de la misa. Hemos dicho, anteriormente, que la misa es la alabanza más perfecta que podemos realizar a Dios, en unión con los ángeles y los santos. El Padre Nuestro sintetiza todo lo que hemos de buscar de Dios, así como lo que Él desea de nosotros.

Esto lo manifestamos, de inicio, al llamarlo “Padre”. En su amor infinito, por el Bautismo, Dios nos ha adoptado como hijos y anhela una relación cariñosa y personal con cada uno de nosotros. Al reconocer que tenemos un Padre celestial, damos a Dios su lugar — santificamos Su nombre — pero, también, indicamos que estamos llamados al cielo, somos herederos de su Reino. En cada misa, el Reino de Dios viene a nosotros, literalmente, en la Eucaristía — nuestro pan de vida.

Si Dios es nuestro Padre, entonces, en Jesucristo, somos hermanos y, por eso, oramos colectivamente, no “Padre mío”, sino “Padre nuestro.” Nuestra fe se vive en comunidad y la misa es la manifestación más perfecta de ello. Es, por esta razón, que rezamos el Padre Nuestro después de la consagración y antes de la comunión: por la Eucaristía, nos unimos a Jesucristo, Hijo de Dios, y nos volvemos hermanos.

De esta forma, en la misa, el Padre Nuestro nos dispone a entrar en comunión con Jesucristo y con nuestros hermanos, formando un solo cuerpo, una sola Iglesia. Vale la pena que hagamos esta oración de forma consciente, regocijándonos en el amor que nuestro Padre Dios tiene por nosotros.

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