1 de julio de 2024

Gracias por la fiesta

“…Id a los cruces de los caminos y, a cuantos encontréis, invitadlos a la boda…” (Mt.22,9)


La vida es la constante fiesta a la que Dios nos está invitando.

Vivir es fiesta y esa fiesta no está tanto en lo que suceda, sino en el modo de vivir cuanto nos sucede. Cuando la vida fluye y fluimos con ella y dejamos que el Espíritu de Dios fluya a través de nuestra vida, entonces, vivir es fiesta.


Dios nos invita a vivir, cada momento y cada instante, de manera que nuestra existencia sea un constante salir al encuentro de los demás e invitarles a la fiesta del reino.


Al reflexionar en esto, pienso en muchos rostros hermanos, con quienes he compartido y comparto (ya sea que estemos cerca o lejos) la fiesta de vivir. Rostros de gente que cada día se entrega a la vida, desviviéndose para darle vida al día… Trabajando con esfuerzo para llevar pan a casa, haciendo frente al dolor y reposando en el amor… No siempre nace sonreír y celebrar, hay momentos en los que dan ganas de llorar, pero el dolor no es incompatible con el gozo y la fiesta.


Dios nos está invitando, en cada instante, a la fiesta de la vida, nos invita gratuitamente. Si comprendiéramos mejor ese regalo, de vivir y ser invitados a la fiesta de su reino, eso bastaría para sentir gratitud.


Es importante cuidar la oración de gratitud cada día. Agradecer es la medicina contra la aflicción y el sufrimiento. Un espíritu, que se llena de gratitud, se libera cada vez más y es, cada vez, más capaz de abrirse a la fiesta de vivir la vida.


La vida es ese envío que Dios nos hace de salir (no vivir ensimismados), encontrarnos con los demás y ser invitación a la boda, al banquete… A la vida… ¡Y, en eso, está la fiesta!

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