8 de julio de 2024

La semilla de mostaza

Hace más de un año, decidí decirle a Dios que sí, entregarle mi vida y que hiciera con ella lo que Él quisiera.

Hoy, mi vida ha cambiado totalmente, al grado que la gente ha comenzado a darse cuenta: ¿Quién eres y qué has hecho con Tamara?, me preguntan, como si hubiera tomado la poción mágica que cambia a burro a un caballo en Shrek.

«Te veo ahora y veo a la Tam de hace un año y todo es diferente, cuánto has cambiado», son frases que me hacen pensar que quizá sí era burro y, ahora, soy un corcel blanco. Y, para contestar a la pregunta del millón, sobre qué he hecho para cambiar tanto en un año, les diré lo mismo que a todos: «dejé, a Dios, ser Dios»

La gente no me toma en serio, mi respuesta favorita es: «Cómo no podría existir un Dios tan bueno ¿no has visto al mundo?». Lo que me gustaría explicar con una parábola.

¿Conoces las semillas de mostaza?

La semilla de mostaza es la semilla más pequeña que puede haber; sin embargo, cuando la planta florece, es la planta más alta de todas. ¿Cómo puede convertirse algo tan pequeñito en algo tan grande?

¿Y si te dijera que así es el amor de Dios? Veamos un testimonio real: hace dos meses, una chica soñaba con estudiar en el extranjero. Un día, salió la oportunidad y ella decidió aceptarla. Comenzó un proyecto donde, vendiendo postres, reuniría todo el dinero para hacerlo y así fue. Pero, cuando tuvo el dinero, algo dentro de ella se movió, como si alguien hubiera tirado una semilla dentro del corazón.

Haciendo caso a aquello que movía su corazón, se dio la oportunidad de ayudar a más personas con sus postres. Hoy, el pequeño sueño de la chica se ha convertido en realidad: una empresa que, en efecto, se dedica a ayudar. Y, en tan sólo 3 meses, 7 personas han sido beneficiadas.

Así es el amor de Dios, una semilla tan pequeñita en el corazón, como la de mostaza, que, cuando decides seguirlo, se convierte en una planta más grande y alta que las demás.

Quizá te daré la razón, afirmando que ese Dios que manda al mundo tanto dolor no existe, pero, quizá, si te detienes y te propones a conocer a Dios, quizá encuentres un Dios muchísimo mejor, que siempre está a tu lado. 

¿Por qué, en un mundo que se dedica a atribuirle lo malo a Dios, no atribuirle mejor lo bueno?

Deja un comentario