por Jesús planeó todo, para que justo el día de la Pascua Judía, en el que se celebraba el paso de la esclavitud, en Egipto, hacia la libertad, Él, también celebrará su Pascua.
Y, esta Pascua comienza con su gran deseo de hacer una última comida con sus amados discípulos. Envía a Pedro y a Juan a prepararlo todo, para poderse entregar, Él, mismo en esta última cena.
Sabemos que, al llegar a este lugar, Jesús los sorprende con otro gran acto de humildad al lavarles los pies. El Rey, el Hijo de Dios, se postra ante ellos.
Y no sólo eso, decide quedarse en el pan y en el vino, algo que los sorprendió a todos, y… como sólo Jesús, podía realizarlo en una entrega absoluta y un amor que no tiene limites.
Desde aquel momento la Eucaristía, es la oportunidad de tener, vivir, gozar y aceptar el misterio de su muerte y resurrección como el regalo más grande que Dios, en su infinita misericordia, nos tenía reservado a toda la humanidad, en la presencia de su Hijo Amadísimo.
Jesús, pan y vino; Jesús, cuerpo y sangre.
Jesús mi Dios, mi Rey, mi Salvador, mi todo.
Gracias por estar para mi, gracias por nunca abandonarme y gracias, por hoy permitirme hacer mayor consciencia, de tu infinita grandeza y poder.
¡Qué tu gracia nos cubra, nos renueve y nos haga tuyos, hoy y siempre!
