18 de abril de 2025

Encuentro Personal con Dios: Dios es Amor

En este mes de febrero, en que celebramos el amor y la amistad, fomentemos la amistad con Dios. Ese trato cercano, cálido y amable, con Aquel quien sabemos nos ama. Su amor se derramará hacia el prójimo y hacia todo cuanto nos rodea. 

Dice San Juan, “Dios es amor; quien conserva el amor, permanece en Dios y Dios en él” (4,16), de tal forma que, cuando experimentamos el amor a nosotros mismos, a nuestros hermanos, a la naturaleza, al mundo, es a Dios a quien estamos experimentando.

Existe, en la naturaleza del ser humano, el anhelo de amar y ser amado. Ir más allá sería convertirnos en el amor mismo, logrando que el amor fluya a través de mi propia persona, en el trato respetuoso hacia las personas que me rodean, con la naturaleza, con el universo, ya que solo amamos cuando somos semejantes a Jesús y amamos como Él nos amó.

Para San Pablo, el amor es un don del Espíritu Santo. Lo expresa en su primera carta a los Corintios: “El amor todo lo aguanta, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta… Si no tengo amor, nada soy. ” (13,7). Quien ama, confía y espera, porque sabe que cuenta con la fortaleza de Dios para enfrentar su diario caminar. 

Para Platón, el amor “…produce la paz entre los hombres, la calma tranquila en alta mar, el reposo de los vientos y el sueño en las inquietudes…” (1986, P. 236).  Quien entra en contacto consigo mismo, donde habita Dios, no le afectan las turbulencias, ni las tormentas de la vida, porque está llena del amor que le permite mirar hacia la eternidad. Para Teilhard de Chardin, el costado abierto de Jesús representa el amor divino, que fluye desde su corazón hacia la humanidad, hacia el cosmos, llenándolo de amor. 

Es necesario vivir en el amor, para superar las desigualdades, las injusticias, las inequidades, las divisiones políticas y sociales. Así, podremos tratar con respeto a la creación, a nuestros semejantes que, al igual que yo, aman, sufren, viven, sienten.  

Sumerjámonos en ese espacio interior de quietud, donde habita Dios en mí, en el silencio de nuestro ser, para experimentar su quietud, su paz, su amor.

¡Que así sea!

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